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¿Cómo están nuestros proyectos impactando la reducción de la desigualdad en Iberoamérica?

mujer levantando la mano

América Latina es la región más desigual del mundo. Son datos facilitados por el Banco Interamericano de Desarrollo, que, junto a otras organizaciones que trabajan en el territorio, ven con preocupación esto, siendo un desafío importante en la zona.

 

En ese marco, corresponde cuestionarse: ¿y nosotros estamos contribuyendo a reducir la desigualdad? Como una de esas organizaciones que trabaja en el terreno, es nuestra obligación hacernos esa pregunta y evaluar de qué modo nuestra actividad está impulsando a la población más vulnerable.

Tal y como señala el Ministerio de Asuntos Exteriores, “la evaluación ha de ser un elemento de primer orden, ya que resulta fundamental para promover el aprendizaje y la mejora continua e impulsar el cambio y la rendición de cuentas.”

Desde hace casi 40 años, en CODESPA nos centramos en acabar con el ciclo de la pobreza extrema en comunidades rurales apoyando el crecimiento de emprendedores locales y creando oportunidades de empleo para quienes padecen los efectos de la pobreza.

Estamos en 11 países de Iberoamérica, África y Asia: República Dominicana, Perú, Nicaragua, Guatemala, Ecuador, Bolivia, Colombia, República Democrática del Congo, Marruecos, Angola y Filipinas.

Cada país presenta realidades complejas, puesto que la pobreza es un fenómeno multidimensional que abarca desde la falta de ingresos hasta la imposibilidad de acceso a servicios de salud, educación básica o infraestructuras.

Comprender los retos específicos que enfrenta cada comunidad y preguntarse por el modo en que les afecta en su vida cotidiana es el primer paso fundamental para poder incidir de manera positiva en la solución.

 

Iberoamérica, grandes desigualdades y grandes oportunidades

En Iberoamérica, cada comunidad se enfrenta a desafíos específicos que es preciso comprender para detectar las oportunidades e incentivos que existen para las personas. La distribución desigual de los ingresos con una élite que acapara la mayor parte de la riqueza, la dificultad en el acceso a servicios básicos por parte de las poblaciones más pobres, la discriminación por razón de género o etnia, la corrupción o la falta de transparencia en las instituciones públicas son algunos de los principales factores que contribuyen a la desigualdad.

Si nos fijamos en República Dominicana, por ejemplo, estamos ante un país de renta media, con un indicador de crecimiento económico de los mayores de Iberoamérica y el Caribe que se ha mantenido por encima del 5%.

Sin embargo, es un país con profundas brechas en el acceso a servicios básicos como la salud y la educación (según la Oficina Nacional de Estadística (ONE), la tasa de deserción escolar temprana es del 25%). Este problema se agudiza en las zonas rurales, lo que provoca la migración a la ciudad y acaba generando cinturones de pobreza en los núcleos urbanos.

Además, el país acoge a una gran población de migrantes de diferentes estratos sociales. Por un lado, están los venezolanos que tienen una alta preparación y ocupan los trabajos de mayor cualificación y mejor remunerados. Y en el otro extremo están los haitianos, cerca de 2 millones, que aportan la mano de obra no cualificada a las principales industrias dominicanas y al desarrollo agropecuario.

En conjunto, de acuerdo con el último informe del Banco Mundial sobre República Dominicana en abril de 2024, el 40% de la población de República Dominicana se encuentra en situación de vulnerabilidad y próxima a llegar a la pobreza, debido principalmente a la crisis económica y los nocivos impactos del clima en la isla.

Sin embargo, las acciones dirigidas a paliar esta situación están funcionando y, según el boletín de estadísticas oficiales de pobreza monetaria en República Dominicana, la pobreza disminuyó en 2023 a un 24,6% y la pobreza extrema disminuyó al 3,2%.

Cifras algo más altas muestra Perú, que cuenta con un 27,5% de población en situación de pobreza, lo que significa que sus ingresos económicos mensuales no superan los 415 soles (aproximadamente 105€).

Esta situación se agrava en las regiones del interior, donde la población que se encuentra dentro de los índices de pobreza vive excluida de los sistemas sociales y económicos, locales y regionales. Es decir, no pueden acceder a servicios de salud adecuados debido a la falta de hospitales o personal médico, a una educación de calidad con escuelas adecuadas y profesores capacitados, ni a servicios básicos como agua potable.

Además, existen dificultades para obtener empleos formales. La zona urbana concentra a cerca de 14,6 millones de personas empleadas, mientras que la zona rural a 3,4 millones. En total, el 73,4% del empleo es informal.

La informalidad es también un reto para Bolivia, con tasas que alcanzan el 80% y que afectan principalmente a los jóvenes y a las mujeres. Un estudio del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral Agrario (CEDLA) revela que seis de cada 10 jóvenes bolivianos ocupados en el mercado informal no llegan a ganar el salario mínimo.

Y la informalidad también lastra a Nicaragua. En el país habitan casi 7 millones de personas. La población económica activa se calcula en unos 3,5 millones de personas, pero únicamente 900.000 personas están inscritas al seguro social.

Aunque es difícil conocer cifras oficiales que ofrezcan una radiografía precisa de la pobreza, ésta es tangible en el cierre de empresas, el aumento del desempleo, los bajos ingresos, y el crecimiento de la migración, sobre todo a países como EE.UU., Costa Rica y España.

Nicaragua tiene la peculiaridad de ser uno de los pocos países donde no todas las brechas son peores en la zona rural. Por ejemplo, aunque en el país hay un problema de seguridad alimentaria, las personas que viven en el campo sobreviven gracias a lo que producen, por lo que no son tan vulnerables en ese aspecto.

Por otro lado, es uno de los mayores exponentes de desigualdad en materia de riqueza, con una pequeña clase política y empresarial rica que es propietaria de las empresas más grandes.

Lo mismo ocurre en Guatemala, país sin apenas clase media y donde la riqueza se concentra en un 20% de la sociedad.

La mayor desigualdad se encuentra, una vez más, en las zonas rurales, donde el acceso a servicios básicos es muy escaso y la educación y la atención sanitaria son muy deficientes. La situación empeora en el caso de las niñas, cuyo principal destino suele ser el matrimonio desde muy jóvenes.

Aunque esta falta de oportunidades ha abierto otras puertas, Guatemala ocupa la quinta posición entre los países con más emprendimientos de Iberoamérica, no obstante, la mayoría de estos proyectos no están formalizados.

mujer vendedora

 

Esto se ha convertido en una tendencia en varios países de la región en los que el autoempleo se ha convertido en una obligación. Es el caso también de Ecuador, donde la tasa de desempleo roza el 70%.

En este país las grandes y medianas industrias además se concentran en pocas ciudades (como Quito, Guayaquil y Cuenca), lo que obliga a la gente de otras provincias a buscar el autoempleo o migrar.

Ecuador es el tercer país de Sudamérica con más desigualdad, que se refleja sobre todo entre la población urbana y rural, en las condiciones de empleo, salud y educación entre hombres y mujeres, y en la calidad de vida de la población indígena y afrodescendiente y personas con discapacidad, siempre con peores índices y oportunidades.

mujeres waorani

 

Por encima de Ecuador se encuentra Colombia, donde, según datos publicados por Inequality, una organización sin ánimo de lucro, el 1% más rico de la población acumula más de 37% del total de riqueza que hay en el país.

Además, el mercado colombiano se ve aquejado de dos problemas principales: informalidad y desempleo. Los dos afectan de una manera desproporcionada a los jóvenes y a las mujeres.

 

CODESPA, una metodología propia allí donde más se necesita

¿Cómo responde CODESPA a estas situaciones? A través de metodologías adaptadas a las necesidades de formación, acceso a servicios financieros y desarrollo de mercados, que requieren de la colaboración activa con otras instituciones, tanto públicas como privadas, la transferencia de conocimientos de los equipos locales y la evaluación rigurosa de los proyectos. Cuarenta años de experiencia nos han permitido refinar el enfoque para abordar las causas subyacentes de la desigualdad y promover un desarrollo sostenible a largo plazo en Iberoamérica.

Todos estos años sobre el terreno se han concretado en una metodología conocida como el Método CODE, que trabaja directamente con las personas para comprender sus necesidades y desarrolla soluciones efectivas y duraderas. Este enfoque va más allá de la asistencia tradicional, ya que se centra en capacitar a las personas para que se conviertan en emprendedores y generadores de cambio.

CODESPA actúa como capacitador, impulsor y puente. Por un lado, ofrece la capacitación necesaria para integrarse en el mercado laboral o para poner en marcha un emprendimiento. A su vez, estimula la inclusión en el mercado al conectar a la comunidad con la financiación y con clientes potenciales, al formalizar su proyecto y al ofrecer las herramientas para que el engranaje siga en marcha una vez nos retiremos.

gente dandose la mano

 

Podemos destacar algunas de las cientos de iniciativas que han desarrollado a lo largo de su historia. Un ejemplo de esto es el programa EntreTODOS, una metodología de ahorro y crédito que en Nicaragua ha impulsado 124 emprendedores y creado 60 nuevos empleos y en Guatemala ha sido un mecanismo que ha permitido la participación de las mujeres en la economía familiar.

En República Dominicana también se han puesto en marcha varios proyectos de gestión y educación financiera que han sido posibles gracias a las alianzas con actores clave, como el Banco de Ahorro y Crédito Adopem. Estas colaboraciones han generado programas de crédito adaptados al mundo rural y que incorporan formación socioempresarial.

En Perú, hemos logrado desarrollar un ecosistema de innovación para el emprendimiento en el que participan universidades, empresas y entidades bancarias que está sirviendo para la aceleración de pequeñas empresas locales con alto potencial de crecimiento promovidos   principalmente por mujeres y jóvenes de zonas rurales de la Amazonía y de los Andes y emprendedores de los asentamientos humanos de la zona de Huaral, al norte de Lima.

En esa línea, se han desarrollado las capacidades de la población para emprender negocios que respondan a la demanda del mercado, aprovechando las potencialidades locales y acercando a las instituciones y empresas privadas a los territorios menos favorecidos, contribuyendo a un crecimiento económico que genera oportunidades para los más vulnerables.

En el ámbito de la inclusión financiera, destaca el Fondo FREES, desarrollado en colaboración con la Caja de Ahorro y Crédito Huancayo. Este fondo es un producto financiero innovador, dirigido y adaptado para organizaciones agropecuarias rurales, que combina crédito y asesoría técnica.

En Ecuador trabajamos con una población mayoritariamente indígena o afrodescendiente, con una proporción importante de mujeres.

El convenio financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) permite que las comunidades que viven alrededor de un área natural protegida puedan generar ingresos y contar con los incentivos para la conservación del territorio. Esta iniciativa beneficia a más de 3.500 personas y 100 emprendimientos turísticos y bioemprendimientos.

También se está trabajando con asociaciones de productores de cacao y sus familias para impulsar una transición ecológica que les permita adaptarse al nuevo reglamento sobre trazabilidad y libre deforestación de la Unión Europea. A través del uso de tecnología asequible que permita verificar el origen de su producción, podrán acceder a mejores mercados con productos más sostenibles.

En Colombia también apoyamos actualmente a más de 2.000 familias, en su mayoría lideradas por mujeres.

 

Las personas como protagonistas

Pero más allá de las cifras, el protagonismo lo tienen las personas y sus historias. Son ellas el verdadero motor del cambio y sus éxitos nos inspiran para seguir trabajando por una sociedad con oportunidades para todos.

Celsa del Rosario Navarro, de 31 años, vive con su marido y su hija en una pequeña comunidad de Nicaragua. Celsa es la presidenta del grupo de ahorro y crédito “Mujeres de Fe y de Esperanza”, organiza las reuniones mensuales y gestiona los préstamos solicitados por las mujeres del grupo.

Gracias al aprendizaje que ha obtenido de la mano de CODESPA, Celsa y su familia han experimentado mejoras significativas. El acceso a crédito a través del grupo le ha dado una red de seguridad y le ha permitido mejorar su economía, ya que se ofrecen préstamos con intereses bajos y cubre sus necesidades económicas con sus propios esfuerzos.

 

Si nos trasladamos a Perú, nos encontramos con Abias Santik, que vive en la comunidad de Chapi, en la selva de Kondor Kanki. Abias forma parte de la asociación de productores agroecológicos del Alto Marañón (APAAM), que ha iniciado un emprendimiento llamado Nugkui. Este negocio, en el que trabaja junto a otros 14 jóvenes, se dedica al procesamiento de hojuelas deshidratadas de plátano utilizando los excedentes de la producción que no se logran comercializar.

Abias explica cómo el apoyo de CODESPA ha sido crucial para desarrollar este emprendimiento juvenil. Gracias a la capacitación han aprendido cómo transformar los plátanos de tercera en un producto nutritivo, las hojuelas, valorado por la industria alimentaria.

Este proceso no solo evita el desperdicio de plátanos, sino que también crea oportunidades económicas para los jóvenes de la comunidad. Abias se siente orgulloso de ser parte de esta iniciativa que promueve un futuro sostenible y demuestra cómo la colaboración y el conocimiento pueden transformar la realidad de las comunidades rurales.

 

En Bolivia, en la comunidad de San Antonio, reside una auténtica apasionada de la cocina, Miguelina Gladis Landivar. Miguelina se formó como técnica en gastronomía y su devoción por los sabores auténticos le ha llevado a enamorarse especialmente de la almendra chiquitana, un ingrediente emblemático de su región.

Miguelina destaca en la cocina, elaborando una amplia variedad de platos que resaltan la riqueza de la almendra chiquitana: desde sopas hasta chocolates, pasando por deliciosas confituras, galletas y turrones. Está agradecida de que su pasión permita que su comunidad prospere y pueda promover y conservar su rica herencia gastronómica.

 

Entonces, ¿cómo están nuestros proyectos impactando la reducción de la desigualdad?

Los resultados tangibles obtenidos en diversas regiones de Iberoamérica son un testimonio elocuente del impacto positivo que puede lograrse cuando se combinan la innovación, el compromiso y el enfoque centrado en las personas para abordar los desafíos de la desigualdad. Con la continua colaboración y apoyo, CODESPA contribuye de manera significativa a la construcción de sociedades más equitativas y justas en toda la región. En cuarenta años hemos contabilizado en 4 millones el número de personas que han participado en estas iniciativas que han dejado una huella de progreso e inclusión en estos países.

Así que, frente a la pregunta inicial, podemos afirmar que, aunque queda un largo camino por recorrer, el camino ha valido la pena en un esfuerzo imparable de CODESPA por reducir la desigualdad en el mundo.

 

Han colaborado en la redacción de este artículo: Miguel Ángel Villarroel, representante de CODESPA Bolivia; Andrés Rodolfo Trujillo, representante de CODESPA Colombia; Ferrán Gelis, representante de CODESPA Ecuador; Vanessa Mazariegos, representante de CODESPA Guatemala; Guillermo Cardenas, representante de CODESPA Nicaragua; Luis Cáceres, representante de CODESPA Perú; Diana Patricia Borrero, representante de CODESPA República Dominicana; Baptista Pedro, representante de CODESPA Angola; Adnane Laakel, representante de CODESPA Marruecos; Franck Mbemba, representante de CODESPA República Democrática del Congo; Margaret Luz Navarro, representante de CODESPA Filipinas; Elena Martínez García, subdirectora de CODESPA; Ana Zarzalejos y Laura Contreras, de comunicación del CODESPA.

 

Fuentes:

Banco Interamericano de Desarrollo