Según las cifras oficiales proporcionadas por Naciones Unidas, se presenta una gran paradoja: producimos un 60% más de alimentos de los que realmente necesitamos y, sin embargo, cada día, 40.000 personas mueren de hambre. Esto implica que alrededor de 795 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa.
Datos que nos llevan a pensar que, si hay un sistema necesario de ser reformulado, ese es el de la alimentación. La forma en que producimos y consumimos alimentos no es sostenible: casi un tercio de los alimentos del mundo se desperdicia o se pierde cada año.
¿Por qué en CODESPA apostamos por reformular este sistema?
En CODESPA acometemos este problema en nuestro trabajo diario y ayudamos a los pequeños productores a producir con criterios que minimicen el desperdicio alimentario y apuesten por darle una segunda vida a los productos desechados o que no cumplen con la calidad para ser comercializados incluso fomentamos el desarrollo de nuevos productos de consumo.
La cercanía a las comunidades con las que trabajamos, el trabajar mano a mano con ellas y nuestra apuesta por la innovación, nos ha permitido identificar emprendimientos en los que aprovechar los desechos generados de procesos productivos comunes puede ser una gran oportunidad para darles una nueva vida, reutilizando materias primas y/o residuos generados y a su vez permitiendo a las familias mejorar sus ingresos. Esto no sólo es beneficioso para el entorno, sino que también tiene un impacto positivo en las comunidades al generar nuevos puestos de trabajo, lo que a su vez contribuye a la prosperidad económica de estas poblaciones.
Un desafío global de billones de dólares y la posible solución
La FAO estima que los costes anuales mundiales del desperdicio de alimentos rondan los 2,6 billones de dólares anuales: 1 billón de dólares en costes económicos, 900.000 millones en costes sociales y 700.000 millones en costes ecológicos. Por tanto, para el sistema alimentario, además de los cambios en la dieta y los modelos de producción, la reducción del desperdicio de alimentos constituye una esfera de actividad esencial para hacer posible el desarrollo sostenible.
Esto es así porque reducir el desperdicio supone reducir también los impactos ambientales negativos, mejorar la seguridad alimentaria e hídrica y suavizar significativamente los costes económicos, sociales y ecológicos directos e indirectos del desperdicio de alimentos. La pregunta entonces sería: ¿Cómo lo logramos? La respuesta podría estar en los principios de la economía circular.
Pasar de una economía lineal a una economía circular
Cuando se trata de reformular el sistema alimentario y reducir el desperdicio, lo que se busca es transformar toda la cadena de valor para lograr una producción y un consumo sostenible, la economía circular es una gran aliada. La propuesta de esta economía se centra en cambiar la lógica de los modelos de negocio de lineal a circular con el objetivo de fomentar el desarrollo. Esto se lleva a cabo sustituyendo el concepto tradicional de “fin de vida” de un producto por la prevención, reutilización, reciclaje y recuperación. En este caso, se trataría de disminuir el volumen perdido por los residuos, redistribuir el excedente de alimentos comestibles y crear nuevo valor a partir de productos descartados.
Desde CODESPA también hemos apostado por este modelo con nuestras propias R: rediseñar, reutilizar y regenerar. Acciones que han guiado siempre nuestros proyectos para apostar por la verdadera sostenibilidad. En definitiva, estamos alineados con los principios de la economía circular que establece la Fundación Ellen Macarthur: eliminar los residuos y la contaminación, mantener los productos y materiales en uso y regenerar los sistemas naturales.
En el caso de la alimentación, ReFED, una organización sin ánimo de lucro que busca terminar con el desperdicio, señala cómo se aplicarían para que fueran eficientes.
- Eliminar los desperdicios y la contaminación optimizando la distribución, reciclando subproductos, diseñar envases que fomenten un menor desperdicio y educando a los consumidores.
- Hacer circular productos y materiales (a su máximo valor) rescatando los alimentos descartados para generar otros alimentos o productos.
- Regenerar la naturaleza ayudando a maximizar la salud del suelo para cultivo.
De lo que se trata es de ver en el desperdicio alimentario, no un problema del que hay que deshacerse, sino una oportunidad de encontrar nuevas maneras de dar vida a un producto. La economía circular se diferencia de la lineal precisamente porque incorpora opciones para aprovechar los recursos que ya no sirven para su propósito original.
Así, el residuo pasa de ser un desecho a ser un recurso valioso.
La circularidad construye un futuro mejor con todos y para todos
Para luchar contra el desperdicios de alimentos utilizando la economía circular se necesita la implicación del sector privado, que ya lleva años asumiendo su responsabilidad en este terreno.
Desde CODESPA siempre hemos entendido que las alianzas son la clave del éxito de un proyecto sostenible. Por eso, siempre hemos buscado la cooperación entre los actores clave asociándonos con universidades que desarrollan tecnologías, identificando nichos de mercado y empresas interesadas en la compra de los productos e incluyendo a los productores vulnerables como proveedores.
Todo lo planteado anteriormente implica una exigencia evidente: se necesita una cooperación y una coordinación en red, global y a todos los niveles. KPMG señala la necesidad de que la industria agrícola esté involucrada, pero también las marcas de alimentación, los proveedores y los fabricantes de envases. Además, el marketing debe ser un aliado en las campañas de concienciación.
Por último, los gobiernos, las universidades y los organismos de investigación, así como los institutos financieros, también tienen un papel en la circularidad mediante el diseño de políticas, la investigación y el incentivo de modelos empresariales circulares. La buena noticia es que transformar el sistema alimentario no es solo una responsabilidad de todos, sino que ofrece ventajas para todos y construye un futuro mejor también para las próximas generaciones.
Por tanto, el desafío que supone el desperdicio alimentario es también una oportunidad para encontrar maneras de garantizar la seguridad alimentaria en todo el mundo y a largo plazo sin aumentar las capacidades de producción. La urgencia es clara, pero también lo son los beneficios ¿A qué esperamos?