En la ciudad de Huehuetenango, cerca de la frontera de Guatemala con México, hemos formado a jóvenes en situación de vulnerabilidad en albañilería, fontanería y electricidad. ¿El objetivo? Potenciar sus habilidades personales y destrezas profesionales para conseguir un empleo digno.
Esta iniciativa se encuentra dentro del proyecto de prevención de la desnutrición crónica infantil, que es posible gracias a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) con el apoyo del Instituto Técnico de Capacitación y Productividad de Guatemala (INTECAP).
Formación sin barreras
Durante la promoción de los cursos y, a pesar de las facilidades que se les ofertó a los posibles participantes –becas y cobertura de gastos de transporte y comida–, no todas las comunidades mostraron interés. Por este motivo se dio la oportunidad a las personas de la zona con gran iniciativa, principalmente jóvenes de comunidades muy lejanas.
La mayoría de los alumnos tenían conocimiento de los temas abordados pero una baja educación reglada. El 44% no tienen educación primaria y la mayoría apenas ha aprendido a leer y escribir. Algunos tienen una carrera intermedia completa, pero por falta de oportunidades de empleo no han podido ejercer su profesión, por lo que han optado por aprender algún arte u oficio primario.
Motivos para continuar
Los jóvenes participantes han sido capacitados en albañilería, fontanería y electricidad. Y los que más destacaron en su desempeño fueron seleccionados para formarse también en las temáticas de cálculo de materiales y análisis e interpretación de planos.
Si bien el promedio de abandono de los cursos no supera el 9%, las causas principales de renuncia se deben a que la mayoría de los participantes tienen una responsabilidad económica al contar con una familia, lo que repercute en sus ingresos familiares. Además algunos cuentan con empleo, ya sea como ayudantes de albañil, y no les dieron el permiso de faltar los 2 días por semana (tiempo requerido para participar en los cursos de formación ocupacional).
Sacrificio, esfuerzo y dedicación
La mayoría de los participantes se encontraban en promedio a una hora del centro de formación donde se impartieron los cursos, sin embargo; dada la falta de acceso y disponibilidad de transporte algunos de ellos tenían que recorrer la mayor parte del camino a pie. Sin embargo, el mayor reto fue asumido por los estudiantes de las comunidades más lejanas, quienes se encontraban a 5 horas de distancia, lo que para ellos significaba que para estar en el curso deberían de madrugar para salir 5 horas antes o en su defecto viajar un día antes. Aun así, preferían madrugar, ya que estar un día antes significaba perder un día más de trabajo.
Aun así, los participantes son conscientes de la importancia de haber invertido este periodo de tiempo en capacitarse, lo que sin duda alguna garantizará una remuneración para ellos y sus familias.
Todo por la comunidad
Guillermo Rivas, junto a su hijo Oglis y algunos miembros de su comunidad, han apoyado a su vecino Augusto, para construir una vivienda con condiciones básicas, de manera totalmente desinteresada.
Augusto no tenía vivienda propia, un vecino de la comunidad le prestaba una muy precaria sin los servicios básicos para una familia. Con mucho ahorro y esfuerzo, adquirieron un pequeño terreno para poder realizar el sueño de construir su casa. Fue construida con materiales locales (adobe y madera). Otro de sus vecinos le regaló un árbol para la obtención de la madera. De esta manera, únicamente fue necesario comprar la lámina para el techo.
Contando con los materiales, Guillermo y sus compañeros quisieron poner en práctica los conocimientos adquiridos en albañilería y ponerlos al servicio de su comunidad. Ahora Augusto y su familia tienen una vivienda en la que se sienten seguros.
Tomar las riendas
Lauro Soto participó en los cursos de formación ocupacional. Al poco tiempo, en la escuela de su comunidad salió un proyecto de abastecimiento de agua potable para beneficiar a los 68 alumnos. Para poder ejecutarlo, la primera idea fue contratar a un profesional. Sin embargo, se dieron cuenta de que el coste para buscar apoyo y asesoría en la interpretación de planos y en la supervisión del proyecto era demasiado alto (los profesionales por este servicio cobraban Q1.500 -195€- por día y la duración de este proyecto podría ser de hasta 10); estaba fuera del alcance de los 29 padres de familia de la comunidad.
A raíz de esta situación, Lauro decidió tomar las riendas del proyecto y, con un poco de entusiasmo, apoyo comunitario y con los conocimientos adquiridos en los cursos de formación ocupacional, logró acometer el proyecto en 14 días.
Con la realización de este trabajo, Lauro tuvo un ingreso de Q2.100 (273€), siendo esto un ahorro considerable para la comunidad. Como era de esperar, fue un éxito y los niños ya podrán tener acceso a agua, lo que sin duda traerá mejoras en cuanto a la salud, bienestar y rendimiento académico.
Compartir en comunidad
Vecinos como Guillermo y Lauro son personas que, habiéndose beneficiado del proyecto, no han dudado en compartir sus conocimientos y su tiempo con otras personas de su comunidad, para así crear una red de buenas prácticas y mejoras en las condiciones de vida de tantas personas.
Algunos de sus compañeros, también han decidido ayudar construyendo la cocina de la escuela comunitaria, instalando un sistema de captación de agua de lluvia para un centro de formación municipal e incluso reparando fugas de agua en lavabos y sanitarios de un puesto de salud.
Han sido 54 jóvenes los que han dedicado 320 horas en formarse en los diferentes cursos de formación ocupacional que se han impartido en coordinación con Acción Contra el Hambre y las autoridades locales.
Proyecto financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).