Hace diez años, Juan Ramón García cambió su Canarias natal por las ricas tierras centroafricanas. Es el delegado de CODESPA en Angola desde 2014. Ahora, ha recibido la cruz de la Orden del Mérito Civil, otorgada por S.M. el Rey Felipe VI. Con este motivo, compartimos la entrevista a la que contestó meses atrás. No nos cabe duda de que, si le hubiéramos entrevistado después de recibir este honor, sus respuestas habrían sido las mismas.
¿Cómo llegaste a Angola?
Siempre quise vivir fuera, por eso cuando terminé la licenciatura de Derecho, y los masters en Gestión y Jurisdicción Internacional, me fui a trabajar a Alemania. Quizás por hablar cinco idiomas (español, inglés, alemán, portugués y francés) tuve tantas oportunidades en Europa. Pero luego descubrí que lo que realmente me llamaba era África subsahariana.
Así que en 2011 hice las maletas rumbo a Angola, donde trabajé durante dos años en el sector privado y un año en la Oficina Comercial de la Embajada de España. Por entonces yo estaba muy a gusto con mi nueva vida, pero la cooperación española iba a abandonar el país. Investigando descubrí que CODESPA, a diferencia de otras ONG, tenía intención de permanecer. Además, tenían una plaza vacante, por lo que no dudé en presentarme. De esta forma, en 2014, entré a formar parte del equipo como delegado en Angola.
¿Cómo definirías tu labor en CODESPA?
Es un trabajo muy gratificante y agotador al mismo tiempo. Principalmente porque el grado de desarrollo humano del país es muy bajo y porque más de la mitad de la población es menor de edad. En nuestro equipo la media de edad de toda la delegación ronda los 26 años y, a pesar de contar con valiosas aportaciones agrónomas, la gran mayoría tienen escasa experiencia profesional. Estos jóvenes técnicos viven en las áreas rurales con los beneficiarios, lo que permite tener un contacto diario de acompañamiento. Depende del proyecto, pero cada técnico acompaña a una media de 8 grupos. En este momento estamos trabajando con más de 100 grupos de campesinos, pero si hablásemos de cifras acumuladas, serían muchos más. Yo soy responsable de los proyectos y, a pesar de no compartir el día a día con ellos, conozco a buena parte de los beneficiarios.
¿En qué áreas del país se concentra este trabajo?
Siguiendo la línea marcada por la cooperación internacional española trabajamos en el altiplano central de Angola, que es la región central y más alta del país. Allí se encuentran las provincias de Huambo, donde empezamos en 2010, y Bié, en 2012. Los campesinos de la zona han sido siempre los más productivos del país, pero debido al conflicto armado (vigente hasta 2002), esa transmisión de conocimiento de padres hacia los hijos fue cortada. Desde entonces la productividad agrícola ha descendido inmensamente.
Más tarde, en 2018, empezamos a actuar en la provincia de Cunene, al sur del país, donde nos encontramos una realidad totalmente diferente. Se trata de un área muy afectada por las alteraciones climáticas, con sequías e inundaciones constantes. Su principal actividad económica es la ganadería de animales de pequeño porte, como gallinas o cabritos y la trashumancia de ganado bovino. También es una zona afectada cruelmente por la guerra, porque cuando Angola se independizó de Portugal en 1975, las tropas del régimen de apartheid sudafricano entraron por Cunene.
¿Cómo reaccionan las comunidades cuando os reciben por primera vez?
Al ser comunidades que carecen de los servicios más básicos, cualquier intervención de mejora es recibida de forma calurosa. Es evidente que la alimentación es una principal necesidad, sobre todo en la zona de Cunene, donde las alteraciones climáticas hacen que las campañas agrícolas sean cada vez más cortas. Lo incomprensible es cómo Angola, siendo uno de los países con mayor potencial agrícola, vive en constante emergencia humanitaria por hambre. Partiendo de esta realidad nosotros logramos que puedan producir un mínimo de alimentos incluso en las circunstancias más graves.
¿Cuáles son las mayores dificultades a las que os enfrentáis en esas estancias?
Principalmente gastamos mucho tiempo en llegar a los beneficiarios. Como no hay carreteras, sino caminos de arena y de barro, el acceso es muy complicado. Nuestro personal hace casi 300 kilómetros a la semana en moto para desempeñar la asistencia técnica. Y cuando hay inundaciones la forma más rápida de llegar es en canoa, cruzando los ríos o los pantanos formados.
¿Por qué crees que los beneficiarios de estos proyectos confían en vosotros?
Como CODESPA tiene muy claras sus áreas de actuación, los proyectos tienen un impacto superior a la media de otras intervenciones. Pero esto no se debe a que nosotros seamos especiales, sino a que estamos centrados. Tenemos metodologías propias muy fuertes gracias a muchos años de experiencia, por eso somos diferentes.
En España se habla mucho de que vivimos tiempos de incertidumbre. ¿Cómo te planteas el futuro?
El futuro siempre es incierto, pero en este momento, si me pidiesen volver a España o a Alemania, diría que no. Mi sitio está aquí, en Angola, y no me veo en otro lado. Por eso CODESPA significa muchas cosas para mí. Esta oportunidad me ha permitido tener una vida no solo gratificante, sino también interesante. Conocer y ayudar a personas de todo tipo, desde vecinos, pasando por políticos o donantes. Ser parte de CODESPA me llena como persona.
Contenidos relacionados:
- Reflexiones de un cooperante en las profundidades angoleñas. Artículo de Juan Ramón García en este blog. 8-IX-2016.
- ¿Para qué sirve la cooperación cuando los países se hacen ricos? Artículo de Juan Ramón García en El País. 17-XII-2014.
Más información: