La mañana es luminosa y el calor algo insoportable. Un camino de piedra señalado por una cerca de alambre es la única entrada posible a la casa de Clara Inés Ipia Zape, custodiada por cinco vacas y algunos arbustos se ve la fachada de paredes blancas.En ese mismo camino de piedra algunos hombres y una mujer suben y bajan cargando bultos de café, es la época de recoger la cosecha.
Esto ocurre en el departamento de Cauca, en Colombia. Este departamento ha sido uno de los más afectados en los 60 años de conflicto armado que han azotado el país. Un conflicto que ha dejado 6,8 MILLONES de víctimas, el 86% de ellas desplazadas. Todos estos desplazamientos y el uso de las tierras para cultivos ilegales, ha provocado una gran problemática en la tenencia de tierras.
A pesar de que es una de las principales formas de vida, pocas familias pueden tener sus propias tierras o los recursos necesarios para cultivarlo. El conflicto armado ha convertido las zonas rurales de Colombia en un lugar no seguro, donde las mujeres ven como sus derechos son vulnerados.
Un viaje que nos lleva a las profundidades del Cauca
El relieve montañoso por el que atraviesan los caminos de herradura de las veredas El Descanso y El Centro, ubicadas en la zona rural del Municipio de Caldono de Colombia, y un par de motos nos conducen durante dos horas de viaje al lugar donde se encuentra construida la casa de Clara. Esta zona, situada en el norte del departamento del Cauca, a 67 kilómetros de la ciudad de Popayán, limita con los municipios de Santander de Quilichao, Jambaló, Silvia y Piendamó. Un territorio predominantemente rural poblado por campesinos y por población indígena de ascendencia Nasa y Misak.
En esa propiedad de paredes blancas nos recibe Clara, una mujer artesana de 35 años, madre soltera de dos jóvenes de 13 y 15 años. Desde 2013 se convirtió en la cabeza y única proveedora de alimentos y recursos de su hogar, por eso ahora su rutina diaria la reparte entre el trabajo en el campo, sus hijos, los oficios del hogar y el tejido. A las 6:00, cuando apenas está amaneciendo, está lista para llevar a sus hijos al colegio y salir al cultivo a recoger café hasta las 16:00, después aprovecha la tarde para organizar su casa y arreglar la ropa. Por la noche se dedica a hacer sus tejidos.
Tejidos que bordan un futuro para las mujeres
Clara forma parte del grupo Filigranas: bordando caminos de la Red Enredarte con Identidad, grupo que reúne a mujeres artesanas de las veredas de Pescador, Ventanas, Cortijo y el Centro, todas pertenecientes al municipio de Caldono. Además es una mujer líder en el municipio, y en su tiempo libre peina, corta el pelo de sus vecinos y confecciona ropa por encargo: “Cuando algo no me funciona, lo intento por otro lado. Apuesto por los tejidos para ir mejorando”. Trabaja desde su casa, allí mismo tiene sus herramientas y materiales de trabajo, como la lana y una máquina de coser.
Antes de ser parte del grupo de Enredarte, Clara se dedicaba solamente a la confección. Ha aprendido a hacer bordados, a tejer y a confeccionar ropa por iniciativa propia. Le gusta tanto este trabajo que se convirtió en autodidacta, a pesar de todas las barreras. A pesar de que le insistía frecuentemente a su madre para que le enseñara algunas técnicas del tejido artesanal y ella no podía, ya que dedicaba la mayor parte de su tiempo a las labores en el hogar, nunca perdió el entusiasmo. A raíz de su separación, con dos hijos a cargo y una casa que mantener, decidió aprender a tejer.
Es así como un día en el año 2013 se reunió junto a 30 mujeres de los municipios de Toribío, Corinto, Silvia, Jambaló y Caldono. Pudo observar los acabados y las técnicas de sus tejidos y conocer de cerca el trabajo que, muchas mujeres cabeza de familia, hacían para mostrar la cultura de la mujer campesina, mestiza, afrodescendiente e indígena. Así fue como poco a poco fue aprendiendo y mejorando su propia técnica. Se dio cuenta que tenía sensibilidad y gusto por el tejido ya que en muy poco tiempo pudo aprender un arte manual que es muy complejo.
En la vereda de Pescador conoció el grupo Filigranas y la organización Enredarte, asistió a los talleres y charlas. En esos talleres aprendió a hacer mochilas, cada vez que terminaba algún diseño lo exhibía en su casa. Los vecinos que iban a recoger la ropa que ella les confeccionaba, comenzaron a comprar sus mochilas.
En ese momento comenzó a tener problemas en el hogar con su marido, porque él no valoraba su trabajo como artesana, porque él no quería que Clara aprendiera, ni vendiera estos tejidos. Él no valoraba lo que más le gustaba hacer: tejer.
Una escuela junto a sus compañeras
Los padres de Clara no le pudieron dar acceso a la escuela cuando era pequeña, pero eso no ha sido un impedimento para que ella siga adelante, quiera aprender y luchar por sus hijos. Los talleres, las reuniones y los vínculos con las mujeres artesanas le han servido para distraerse, aprender, conocer y entender que las mujeres también pueden ser autónomas, independientes, capaces y perseverantes.
Ella quiere continuar en el grupo de Filigranas, que los los tejidos artesanales que cosen sean conocidos en el municipio y, así, su trabajo y sus bolsos sean reconocidos en sus comunidades. Tanto ella como las mujeres del grupo son campesinas que han decidido unirse, reconocer y posicionar la identidad de la mujer campesina mestiza y por ello elaboran diseños que muestran su identidad rural.
“Al formar el grupo somos mujeres diferentes, adquirimos una identidad: la campesina mestiza”. Y así dentro del municipio han logrado darse a conocer por sus bolsos, tejidos y diseños.
Clara sabe que su empeño por hacer del tejido un motivo de unión se ha visto roto algunas veces porque su vereda y los alrededores han sido declarados zona roja, una comunidad peligrosa por culpa del conflicto armado. Desde 2012 la región de Cauca y específicamente el municipio de Caldono se convirtieron en los territorios más afectados por ataques relacionados con el conflicto armado: emboscadas, atentados, desplazamientos masivos, minas antipersonal y combates fueron los constantes mientras los diálogos de paz se llevaban a cabo.
En 2014 tuvo la oportunidad de hablar con los concejales del municipio y recibir apoyo y reconocimiento por su trabajo artesanal. Gracias a esto, algunas mujeres que no pudieron continuar tejiendo ahora están motivadas y se vuelven a sumar a Filigranas. Por eso ahora, Clara junto a cinco mujeres campesinas más han hecho del tejido una forma de organización, de expresión de su identidad y de encuentro comunitario.
Este proyecto es realidad gracias a la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). El V Plan Director de la Cooperación Española (2018-2021) prioriza a Colombia como País de Asociación de Renta Media, siempre incidiendo en la lucha contra la pobreza, en particular la extrema, y contra las desigualdades y en el crecimiento económico. El título completo del proyecto llevado a cabo por COSDESPA es: “Fortalecimiento del tejido productivo y las capacidades de participación política y social de 273 mujeres indígenas y campesinas para la promoción y el ejercicio efectivo de sus derechos económicos, sociales y culturales, en el departamento del Cauca”.