En CODESPA creemos en los beneficios del empoderamiento de la mujer, no sólo porque hay datos demoledores que los demuestran (por ejemplo, que cada año que una niña va al colegio, sus ingresos futuros pueden aumentar hasta en un 20%) sino también porque existe una lista inmensa de mujeres que han dejado claro su valía con su trabajo diario con los más vulnerables, trabajando por hacer un mundo más justo para todos, impulsando movimientos por la paz allá donde están.
Mujeres que, sin apenas recursos, han peleado por los más necesitados. Te presentamos tres mujeres ejemplares más que se suman a la lista que ya iniciamos en CODESPA la semana pasada sobre mujeres influyentes con historias inspiradoras. Tres mujeres que han luchado por la paz, la igualdad y el acceso a los derechos humanos fundamentales para todos.
Tres mujeres más, de una lista inmensa que estamos elaborando con vuestra ayuda: Mamen en twitter (@MamenPg_), Ramón en Facebook o nuestra compañera Rosa.
Mamá Tunza
La historia de esta magnífica mujer se enmarca en un suburbio de Nairobi, Kenia. Mamá Tunza, en suajili, significa “La madre que te cuida”, y no puede ser un nombre más acertado, pues ha acogido y cuidado a más de 350 niños.
Mamá Tunza se llama en realidad Diminia Jaisala y no sabe leer ni escribir, ni tiene recursos. Trabajaba como empleada doméstica y tenía tres hijos ya cuando, en 1996, por la noche, al ir a sacar la basura, recogió a una niña recién nacida de entre los desechos y la cuidó y amamantó. Así comenzaba su historia, que se haría lo que es hoy al aceptar cuidar a otro bebé de pocas semanas y un mes más tarde llegaría el tercero. De este modo, la “gran familia” de Mamá Tunza empezó a crecer.
Sola no podía, así que pidió ayuda para iniciar su gran obra de solidaridad. Con lo que le dejaron algunos vecinos y particulares creó un centro de acogida y una escuela, y lo hizo en su propia casa, porque todos, los más de 350 niños que han estado bajo el cuidado de Mamá Tunza, han ido o van a la escuela.
El refugio de Mamá Tunza ha ido creciendo gracias a la solidaridad de otros. A premios como el Premio Internacional Navarra Solidaridad, se les suman otras donaciones, que permiten a estos niños accedan a la escuela, que sólo es gratuita en Kenia durante los primeros años.
Mamá Tunza quiere que sean responsables y cuando crecen les enseña a lavar su ropa y a ayudarla a hacerse cargo de los más pequeños. Hoy, su casa sigue creciendo.
Beata Teresa de Calcuta
Es de origen albanés pero naturalizada india, lugar donde comenzó y realizó toda la labor que la haría mundialmente conocida. Su nombre es Agnes Gonxha Bojaxhiu, pero adoptó el de Madre Teresa cuando con 18 años decidió que estaba destinada a la vida religiosa.
Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en el año 2003 y fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en el año 1979.
En 1929 llegó a la India, a Darjeeling, donde comenzó su labor como docente en la escuela que se hallaba cerca de su convento. Trabajó casi 20 años en el Convento de Loreto y llegó a ser directora del mismo y aunque disfrutaba en su labor de la enseñanza, cada vez sufría más al ver la pobreza que existía en Calcuta, donde una terrible hambruna en 1943 había sumido a la ciudad en la miseria.
Entonces, en 1946, la Madre Teresa sintió lo que ella definiría como “la llamada dentro de la llamada”. Un momento que le llevó a dedicar su vida a los más vulnerables.
Así comenzó a trabajar entre los pobres. Primero enseñándoles a leer. Adoptó la ciudadanía india, recibió formación de enfermera y se asentó en los barrios marginales de Calcuta. Con el apoyo de un grupo de mujeres jóvenes se fundó una comunidad que tenía como finalidad ayudar a “los más pobres entre los pobres”, las Misioneras de la Caridad.
La congregación de Las Misioneras de la Caridad cuenta hoy con más de 5.000 miembros en todo el mundo. En 1952 inauguró el primer hogar para moribundos y más adelante fundaría el centro Shanti Nagar, encargado de acoger y cuidar a enfermos de lepra.
La Madre Teresa falleció en 1997 y por entonces ya había 610 misiones en 123 países continuando su legado.
Rosa Amelia Hernández
Fue víctima de la violencia en una zona de conflictos armados, Colombia. Allí, esta activista lucha por la restitución de las tierras y el acompañamiento a las víctimas en el contexto de un enfrentamiento que dura ya más de 50 años.
Rosa Amelia Hernández nació en Colorado, un corregimiento de la zona de Antioquía. Cuando terminó sus estudios fue elegida para que promoviera en los municipios de la región campañas de salud, cuidado infantil y desarrollo rural. Ahí comenzó su defensa por la igualdad, pero su verdadera lucha comenzaría en 2006.
Rosa María Hernández se casó y fue a vivir al pueblo natal de su esposo. Administraron juntos, entonces, una finca que estaba prácticamente abandonada por su dueño, consiguiendo revalorizarla. Al venderla, el dueño le pagó el excedente en tierra, su propia tierra, de la que se vio despojada y obligada a marcharse.
Desde entonces, momento en que vivió en primera persona las consecuencias de este conflicto armado, Rosa Amelia Hernández trabaja acompañando a víctimas del mismo en el acceso a la justicia. Su papel es el de puente entre el Registro Único de Víctimas y los afectados. Se convirtió en la líder de Proyecto Rosa, una iniciativa que pretende dar voz a su lucha personal y la de las víctimas en Colombia.
Además del de defensora de la justicia, Rosa Amelia tiene también el papel de luchadora en pro de la igualdad. Ella misma definió su misión como la de “trabajar para que no haya tanta desigualdad, aunque en el camino uno tenga que cargarse de mucha paciencia”.
Son tres mujeres más de la lista. Otras tres luchadoras que con su duro trabajo han cambiado y han mejorado el mundo que las rodeaba, y que es el mundo de todos.
(Foto de Rosa Amelia obtenida en vice.com)