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Colombia: las mujeres que deja la guerra

Colombia: las mujeres que deja la guerra

El Día Internacional de la Mujer no es algo que se celebre especialmente en las zonas rurales de Colombia. Entre el domingo 8 de marzo y el del 1 de marzo o el del 12 de abril o cualquier otro domingo del año no hay muchas diferencias.Ni siquiera para las mujeres, que sufren un 15% más de pobreza que la media de toda la población.

Es día de mercado en Caldonó y los puestos ofrecen lo de siempre… viandas, utensilios agrícolas, ropa… pero en uno de ellos los tejidos tienen algo diferente. Un visitante no versado también lo notaría. Las mujeres que lo regentan también tienen una actitud especial. Parecen orgullosas. Contentas. Con una seguridad especial en el trato con los clientes, con los extraños y con lo que ofrecen.

En las mujeres de las aldeas colombianas no es fácil encontrar esa actitud. La sociedad patriarcal y militarista en la que se han visto inmersas durante tantos años, generaciones enteras, ha dejado un poso denso, intenso y doloroso en todas sus vidas. El ambiente militar y guerrillero ha potenciado los valores agresivos y dominadores de los hombres y ha instalado el temor y la sumisión en las mujeres.

La guerra pasó llevándose a muchos hombres, arrasando unos modos de vida y trayendo otros, pero la paz, igual que no trajo de vuelta a todos los combatientes, también se dejó muchas rutinas y trazó un punto de continuidad con la guerra. La violencia empapó el país y ahora resiste en la vida diaria, en el interior de las casas, en los espacios familiares y privados.

Los datos son violentos en sí mismos: más de un cuarto de las mujeres han sido agredidas siendo niñas, la tercera parte ha sufrido violencia de género y hasta un 15% ha sufrido agresiones sexuales a lo largo de su vida. Ser mujer en esta ‘Colombia en paz’ sigue siendo una dura batalla para ellas.

Existe un daño individual y colectivo, una sociedad herida, ¿y cómo puede lo femenino recuperar su dignidad? Ellas tienen la solución mucho más clara de lo que parece:

“De la única manera que yo me sentiría que me reparara, sería que me dieran una tierra para trabajarla, una casita para vivir con mis hijas, darles una buena educación para un futuro que sean unas buenas profesionales.” La Victoria, Valle del Cauca.

La mujer ha de ser parte activa en esta nueva Colombia.

Trabajo, independencia, educación y autonomía: tan sencillo y tan complicado. La mujer tiene que ser parte activa en esta nueva Colombia. Tiene que ser un voto que cuente, un pilar fundamental de la sociedad. Tiene que ser propietaria de sus recursos. Tiene que ser un referente intelectual y tiene que disponer de independencia material para poder hacer su voluntad. Ser libre, en definitiva.

Y esto se hace poco a poco. Como está sucediendo en las zonas rurales del Departamento del Cauca, un territorio colombiano antaño duramente azotado por la guerra. Un lugar donde la mujer sufre una cuádruple marginación: de aislamiento, etnia, pobreza y sexo.

En este contexto, CODESPA colabora con la Asociación de Desarrollo Casa del Agua en un proyecto dirigido a mujeres indígenas, afrodescendientes y mestizas. Ayudándolas a impulsar sus actividades como tejedoras y artesanas, en todo aquello que saben hacer. Porque con la comercialización de sus productos en ferias y mercados, las mujeres se están dando a sí mismas una base económica que redunda en su autoestima, independencia y que mejora su calidad de vida.

Su autonomía respecto a los hombres y su capacidad para contribuir al mantenimiento de su familia hace que sus vidas cambien y que accedan a un poder que antes no tenían. Así, la sociedad evoluciona con ellas, beneficiándose de esa nueva fuerza y vitalidad que aportan. Las mujeres empiezan a salir de su casa, de la intimidad del hogar, de las labores de siempre… para invadir el espacio público como elementos valiosos, productivos y vertebradores de la economía y de la vida social de sus pueblos.

Este renacer de las mujeres como fuerza social las beneficia a ellas, pero también a los niños y jóvenes, que encuentran en su entorno modelos de progreso atractivos y diferentes a los tradicionalmente ofrecidos por los hombres. Modelos de conducta de más alcance que el cuidado de los hijos y el hogar que encontraban hasta ahora en las mujeres.

Una realidad llena de desigualdad

El nivel cultural y de alfabetización de las mujeres adultas es muy bajo, por lo que unirse y encontrarse en un lugar en el que se encuentran valoradas, se las escucha y pueden dar salida entre todas a sus aspiraciones, es muy importante para que se lancen a dar ese paso adelante.

Según la Comisión Económica para América Latina, “mientras la proporción las que no tienen ingresos propios en la región es de un 30,4 por ciento en las áreas urbanas, en las rurales llega a un 41 por ciento”

El respeto a sus labores tradicionales, la revalorización de los trabajos de toda su vida y su digna comercialización es lo que eleva su visión de ellas mismas, en la comunidad y en el exterior: ellas mismas tejen con las técnicas artesanales tradicionales, las prendas que han confeccionado toda la vida, con los motivos tradicionales de siempre… para venderlas mejor que nunca.

Desde CODESPA les ayudamos a mejorar el diseño, la calidad, los sistemas de venta y exposición, a optimizar los sistemas de producción, a asociarse para mejorar las relaciones coste-beneficio… y a vender más allá de su comunidad, su pueblo o región, buscando el mercado nacional e internacional.

Las mujeres han evolucionado. Hablan más, ríen más, levantan orgullosas la mirada. Sus niveles de confianza han aumentado mucho, comparten sus sentimientos, sus pensamientos e ideas como nunca antes habían hecho. Se valoran a sí mismas y a las otras mujeres de una forma nueva. Se reconocen a ellas mismas y se ven reconocidas por su trabajo y por lo que son, reconocidas por todo el mundo gracias al escaparate que supone la venta del producto de su trabajo.

En palabras de una de ellas, “ya no es tejer por tejer”. Están sentando una base sólida para colocarse, ellas mismas y a todas las mujeres como un pilar de su familia, su comunidad, su ciudad y de su país. Esto es lo que se celebra allí el Día Internacional de la Mujer, lo que se está celebrando todos los días en ese mundo rural: el alumbramiento de un futuro mejor para esta nueva Colombia en paz.